Friday, December 20, 2013

El florista



¿Hueles eso? Son crisantemos. Aroma dulce que se mezcla con el liviano perfume de las rosas blancas y de los tulipanes que guardo en el invernadero. Es un aroma verde, un aroma húmedo, pero con un poco de tierra, eso sí.

Este año ha sido una verdadera locura, ¿Quién lo hubiera imaginado? Doce años han pasado desde que terminó la Gran Guerra y aún así vivimos ahogados en el alcohol que es llevado por contrabando de ciudad a ciudad, todo esto es una desgracia.

La estructura circular de metal delgado no es otra cosa más que un soporte para la obra de arte que estoy a punto de realizar. Delicados hilos de rama verde fina siempre esconden el rudo color metálico del alambre; pequeñas florecillas rosadas le dan entrada a este arreglo que será dentro de unos minutos el acompañante perenne de un triste epitafio sin sentido.

Leí en el periódico que hace unos días mataron a la señora Harris a sangre fría en su propia casa, y no estaba sola. Uno de esos contrabandistas estaba con ella. Las autoridades dicen que el responsable de ese terrible crimen fue Al Capone, el más violento y temido de los contrabandistas de este país, maldito italiano.

Es muy importante que los muertos tengan sus flores. Es primordial que sepan la verdad, que aunque ya no nos acompañan hay alguien que se toma la molestia de invertir tiempo y dinero en un bonito arreglo de flores. Es lo mínimo que podemos hacer por ellos, ¿no crees?

Giovanni De Santis es el nombre del pobre difunto para quien preparo la corona esta tarde, debo confesarte que este es uno de los mejores trabajos del mundo entero. Me hace sentir como una especie de guardián, de protector. Alguien humilde que pide permiso a la muerte misma para tener un último gesto de humanidad con aquel que descansa en paz ahora para siempre.  

 No hagas mucho desorden, puedes ir y ver las plantas, incluso podrías tomar algunas si quieres. Debo ir a entregar la corona pero prometo que no tardaré mucho en regresar.

El florista salió de la tienda cargando la pesada corona, la metió en la parte trasera de su modelo T1 de la Ford y arrancó en la dirección que su jefe le ordenó. Las calles de Chicago siempre están infestadas de vehículos y transeúntes ávidos de industrialización, de negocios, de progreso.

El edificio al que tenía que llevar las flores era uno de esos viejos de tres pisos que se ubicaban en Cicero, una parte particularmente violenta de la ciudad.

Michael tomó la corona y empezó a subirla aparatosamente por las escaleras.
Al llegar al tercer piso sacó el pequeño papelito que su jefe le dio.

“Apartamento 3-C”.

Toc, toc, toc – golpeó la puerta con firmeza.

Un hombre de contextura gruesa, alto y de ojos saltones abrió la puerta.
¿Qué carajo es esto? ¿Qué quieres? – preguntó el hombre con un tono desafiante.

¿Es usted Vicente Torrio? -  preguntó Michael

Claro que sí, y tú debes ser un maldito irlandés…

Entonces Michael sacó de su saco una pistola de nueve milímetros y disparó dos balas que perforaron y destrozaron las rodillas de Torrio. El italiano cayó al suelo gimiendo de dolor.

El florista empujó al mastodonte para que quedase boca arriba, metió la corona en el apartamento y cerró la puerta detrás de él.

Los gritos del italiano eran inconsolables, sus rodillas trituradas le impedían moverse de cualquier manera, además en ese estado de ebriedad ningún movimiento coordinado sería posible. Michael tomó un pequeño trapo que estaba sobre un sofá e terciopelo verde y lo introdujo en la boca de Vicente.

Por los crímenes cometidos en estos tiempos de locura has sido sentenciado a muerte. Hace tres noches entraste en la casa de la señora Harris, una de las informantes más importantes del verdadero jefe de Chicago y mataste a un buen amigo mío – Exclamó Michael como si se tratase de una homilía.

Entonces retiró el trapo de la boca de Vicente.

¡Maldita sea! Son las ordenes de Capone, yo sólo hice lo que el jefe me pidió, por favor, por favor, ¡no me mates!

Está bien, si me pides perdón, no te mataré.

Michael sacó un colt plateada y apoyo el cañon contra la frente de Vicente.

¡Perdón, perdón, maldita sea! – Gritó Vicente aferrándose a los últimos momentos de su vida.

Dime, ¿cuál es el nombre que está escrito en la corona?

Gio… Giovanni De Santis. 
  
¡BAM!

Los sesos de Vicente Torrio ahora cubrían la alfombra del viejo apartamento.  

Es muy importante que los muertos tengan sus flores. Es primordial que sepan la verdad, que aunque ya no nos acompañan hay alguien que se toma la molestia de invertir tiempo y dinero en un bonito arreglo de flores. Es lo mínimo que podemos hacer por ellos, ¿no crees?




La venganza de Bugsy Moran apenas estaba comenzando...



Un humilde homenaje a Terence Winter y su "Boardwalk Empire".

Monday, October 14, 2013

Silencio rojo


“A todos los complejos actos que forman parte de nuestra efímera existencia...”








Este pequeño relato debe ser contado de la manera más sencilla pues así lo merece. De hecho, me reservaré algunos detalles no tan importantes y te prometo haré mi mejor esfuerzo por dibujar con palabras todo lo que sé y todo lo que recuerdo de esa horrible tarde.

Comenzó en el espacio, o mejor dicho, en la casita verde que está más allá de la estación de bomberos. Específicamente, comenzó en la pequeña habitación del segundo piso, esa de paredes profundas y techo nefasto; esa de puerta cerrada, mesa tétrica y sillas protagonistas; esa de luz tenue y ventanas inexistentes.

Rebeca estaba sentada a la izquierda, su mirada – una que jamás podré olvidar – estaba llena de nostalgia. Era un poema en sí misma, la recuerdo bien porque sin decir una sílaba ella recitaba sus más oscuros secretos. Rebeca estaba triste, estaba… desesperada.  

A la derecha estaba sentada Anastasia, su expresión – una que jamás podré olvidar – era fría cual roca de invierno, su actitud, sus metas y sus sueños se escapaban de ese frágil cuerpo aún cuando ella no movía ni el más inocente de sus músculos. 

La puerta permanecía cerrada.

Se miraban fijamente a los ojos pero ninguna se atrevía a hablar.

La mesa que las separaba era rectangular y de caoba ahumada, el olor del barniz se elevaba con libertad hasta encontrarse con los delicados hilos de luz que proyectaba la antigua lámpara. Nunca creí que un objeto tan simple como una mesa pudiera separar a dos personas como aquella lo hizo. Era como si un océano con toda su fuerza hubiese estado luchando en contra de la unión de la dos jóvenes.

Anastasia temía por su vida. El breve instante que pasó en esa diminuta habitación de luz tenue, la hizo sentir limitada, su vida – pensaba ella – estaba en el mundo más allá de la terrible puerta, más allá de las cuatro paredes profundas y del techo nefasto, su vida, todos sus sueños, todo lo que siempre había añorado…

Rebeca no sabía cómo lidiar con la mirada gélida de la persona que estaba sentada justo en frente de ella. Su amor por Anastasia trascendía todas las convenciones que conozco y todas las que tú podrías llegar a imaginar. La pasión que despertaba el simple hecho de estar juntas en la misma habitación era indescriptible.
 
Sé que te diste cuenta del vestido azul de Rebeca, y sé que viste el tatuaje de fuego violeta que tiene en su pierna derecha pero necesito que te concentres, más arriba del tatuaje, un poco más abajo de la cintura. No, no hablo de cuán lista estaba ella para u tan añorado encuentro de amor. Hablo del arma que reposa sobre su muslo derecho, la pequeña luger ss alemana de metal color plomo. Rebeca estaba preparada para acabar con todo, el arma estaba cargada y, por supuesto, el seguro no estaba colocado.

Anastasia, por otro lado, había tenido el arma en su mano izquierda durante todo este tiempo, el amor que sentía por Rebeca no le impediría nada, ella también estaba preparada.

Aquella era una escena conmovedora, estoy seguro de que un hombre jamás llegará a entender el amor entre dos mujeres, muchísimo menos el amor que baila aún cuando se encuentra sentado, el amor que no es armonioso, que no conoce reglas, el amor que se pierde en el cuerpo de una simple mesa de madera…

Rebeca amaba con pasión.

Anastasia debía seguir su camino.

La pequeña habitación las destruía poco a poco.

Entonces sucedió…

Rebeca apuntó el arma al corazón que no le correspondía y Anastasia apuntó al cerebro que no veía lo obvio.

Se dijeron adiós sin decir una sola palabra y halaron el gatillo.

Un silencio rojo se apoderó de la habitación, ambas mujeres cayeron al suelo cubiertas de sangre y de memorias. Nadie pudo hacer algo por ellas, nadie se atrevió a exclamar una sola palabra y fue en ese momento, justo en ese preciso instante en el que un segundo estruendo llenó el espacio y mi vida.

Los aplausos retumbaban por la izquierda y por la derecha. Las luces se encendieron y la música comenzó a sonar...

Rebeca y Anastasia se levantaron y, tomadas de la mano, hicieron reverencia al público que conmovido expresaba su admiración por el acto que acababa de ver.



La obra había terminado. 









Wednesday, October 9, 2013

Elias


There is not one word of relief that could ever be told to me for he is gone now and that is one absolute truth. This, in fact is not a short story nor a desperate chronicle but a confession that finds itself so close to my heart that it is almost sung by my humble words.

To be particularly honest with you, every time I thought of that man my body shivered without control as if his spirit took all over me… can you imagine that? That man changed the world forever with just one thought. That’s the kind of life everyone wishes for, isn’t that so? Well, I have got nothing left to say other than welcome and I assure you, once you finish exploring this memory, your life will be covered by his magic.

December 15th 1966

The phone rang…

“Hello, yes?”  

“Hi, is this Mr. John Fawler?” – asked the man at the other side of the line.
“Yes, you’re talking to him, what´s up?” – I answered, trying to hide how tired I was.  

“John, I am calling from the D office, Mr. Elias is ready for the interview, and you can go and visit him today” 

I couldn’t believe what I heard; Mr. Elias himself granted me an interview. Well, I never cared much about my clothing and that was not going to change that day. I stood up, took a shower and grabbed both my little black leather covered notebook and my hat of luck – as if that was going to make any difference, right? – I was ready to face Anaheim’s disastrous traffic once more.

Time escapes from us…  

By the time I got there, a mob surrounded the building, they were worried, and they were shouting his name… I went pass them as If I was just another fan full of concerns about Mr. Elias´s health, but the truth is that those ten years of intensive studies gave me a piece of plastic, an identification that said “Journalist” and I had the right to get in.

I walked towards the information counter, the woman behind the desk was a giant, I bet not even the fiercest of men would dare to say anything rude to that lady. She was doing some kind of paper work. I tried to be as quiet as I could, after all she might have thought I was just another disrespectful loud fan who came to torment the ill.

“Hello, I am John Fawler” – I said.

She gave me look full of anger, her eyes were red as if she had slept even less than I did. She examined me very carefully without saying one single word…

“I am a journalist, you see? I am actually here to interview Mr. Elias”

Her sight changed completely. Tears filled her eyes and a soft smile was drawn upon her face. The giant had become a docile angel.

“Oh, my son… thank God you’re here. He is very sick; I don’t know how much time we’ve got left. Excuse me if I was rude to you, I have been here for two days”

“Don’t worry, Ma’am, I understand, I haven’t slept much either”  

“His room number is… 1932” – she said firmly.

I walked towards the room. I don’t think I can describe what I felt back then. Every step got me closer and closer to the man I admire the most in the world. Think about it for just one second… how would you feel? 
What would you think?

Two times I knocked.

I got no answer.

Then a blond nurse opened the door. She looked me in the eye and said “He is ready” and walked away.
“John?”

“Yes sir. It is me”  

“Johnny, it is a wonderful gift to have you here with me, come on in”

The room was painted in white, everything was lit by our Californian bright sun and still being in such a sad place like that became a colorful experience, I was there, Mr. Elias was there… what else could I ask?

“Mr. Elias, I am here for the interview” – I cleared my throat.

He was lying down, his body ached, I could tell…

“Fine, fine… I am going to ask you the first question of the evening…” – he said in a joyful manner.
“Oh, ok, fine by me” – I replied.

“Johnny, you have got to understand that in every job that must be done there is an element of fun, you find the fun and… snap! The job is game… please tell me, are you having fun so far?”

“Well, sir, yes of course… I am just a little bit nervous”

“Don’t be, just relax, you’ve got a friend in me…”

And then the interview started.  

“Mr. Elias, tell me, how did it all start?”

“Well, son, it all started back in Kansas… I helped people to put their bags on the train and they would be really nice to me, you see? They gave all kinds of tips, big bills, small bills. I remember that time when a lady asked me if I could draw something for her as she waited the train and so I did. That moment changed my life. She was absolutely amazed by my drawing skills. “Kid, you have got some talent there” she said to me… and well, I believed that. From that day on every night of every single week I looked to the skies at night and I wished upon a star as dreamers do.  And you know what, Johnny? All my dreams came true”

“I could tell, sir. I imagine that it wasn’t easy for a young man like you to get out of Kansas and head to sunny California”

“It was easy, I mean, all I had to do was pay for my ticket” – he laughed.

“It was easy, I mean, I was ready… I had discovered my skills and I had a dream so everything that I had to do was get on that train and start living. I needed to hold forever, where they all live unaware of what I’d give, of  what Id dare; I just needed to live one day out there.”  

“Amazing” – I whispered.

“Sir, what would you say is the most important thing towards building a path, I mean, you got to California and started working, how did you build that path?”

“Johnny, as I walked out of that train I faced many difficulties, the first and most complex of them all was to find a place to stay. I don’t know if there´s such a thing as a guide to build your path or to build your career, to be honest with you I realized that from the day we arrive on this planet and linking step into the sun, there’s is more see than can ever be seen or to do than can ever be done. Life is short, I just… did it.”

“Why hasn’t Mr. Elias stopped since then?”

“Come on! How could I? I mean, I don’t believe in fate, but once you find what you truly love you can’t stop, you can’t have enough. I’m dying here, son… and all I can think of is the next forty seven years of projects…  We are all connected to each other in a circle, in a hoop that never ends… Johnny, we need to sing with all the voices of the mountains, we need to paint with all the colors of the wind. You touch lives in so many different ways, how could I stop? It’ll be irresponsible for me to stop” – He answered while tears covered his weary eyes.   

My eyes were full of tears too but I didn’t want him to see it, I was both impressed and moved, I was happy and terribly sad… I had to keep on with the interview.

“Once you got to the world of creations and to the core of the business… were you intimidated by someone, anyone?

“I don’t think so, no. We were all the same right? I mean human beings in love with the art of entertainment. In fact, the thought that had been with me since that afternoon drawing at the train station was that I wanted more. John, don’t misjudge me, I saw those great men from our history and I knew that I want to be were those people are,  Up where they stay all day in the sunwanderin' free, I really wished  I could be part of that world.

“And so you do, sir”

“Oh, John… I wish there would be more time…”

“Me too, sir. Me too”  

“I have another  question before our time is up, sir”

“Fire away, son.”

“What do you think will the impact of your legacy in the years to come?” 

“My legacy… son, throughout the years I  have worked really hard to inspire generations of men and women who will be the next great creators of our world.  I have strong belief in possibilities, you see?. Let me explain myself. Let’s say you’re a great chef then you should now anyone can cook, right?”

“right” – I replied

“Well, that is what all is about… I had come to realize that not everyone can become a great artist, but a great artist can come from anywhere. And it is my dearest hope to contribute with those hidden artists that hasn’t been born yet by giving the best of my ideas and my spirit through my very own creations”  

“Thank you very much for this, Mr. Elias, I will write this interview and publish it, it’ll be in the papers all around town in two days. I admire you, and I can tell you that I am one of those inspired men.” 

He sat at the edge of his bed, coughed and gave a hug.

That was it.

That night was the outmost sad night of my life.  

I went to my apartment, took a shower and sat.   I had to write down the interview -you cannot imagine how messy my notes were - That was without a doubt the most incredible interview I had ever made. I was inspired, I was…

The phone rang.

It was from the hospital.  

Mr. Walt Elias Disney died from lung cancer that 15th of December of 1966.

To be particularly honest with you, every time I think of that man my body shivers without control as if his spirit takes all over me… can you imagine? That man changed the world forever with just one thought.

That’s the kind of life everyone wishes, don’t you think?

Well, I have got nothing left to say other than thank you for reading this memory and remember…

It all started with one little mouse.




Saturday, October 5, 2013

Undernet


“Una vez que entras, formas parte de ella y no importa lo que hagas… nunca vas a poder salir.”

El siguiente texto no encuentra su objetivo en seducirte, atraerte,  ni mucho menos entretenerte. Esto es una firme advertencia, una cortés invitación a que, si nunca has escuchado hablar de la Undernet, dejes de leer en este preciso instante. Existen cosas mucho peores que el infierno pero esas cosas no están allá afuera en las calles, no, están en lo más profundo de la red, ahí donde no existe ley alguna, ahí donde tu vida se transforma en la más terrible de las pesadillas.

Recuerdo haber leído esas líneas hace un par de meses. Eran parte de un diario que encontré en el suelo de un club nocturno. El libro parecía haber sido deliberadamente destruido, curioso es, de hecho, que la tapa del mismo y muchas de sus hojas se encontraban corroídas por algún tipo de químico extraño. Es un golpe de suerte el que haya podido rescatar algo de él, pues, desde ese día me obsesioné con aquello que es oculto, con ese espacio no iluminado de la red, con ese tal infierno de infiernos.

Siempre he pensado que con la llegada de la era digital, muchas personas han menospreciado la labor y el intelecto de los periodistas, lo digo, claro, porque soy uno, y uno bien crítico. La red le da la oportunidad a ciudadanos comunes sin entrenamiento en las formas de la comunicación, de expresar, informar e incluso entretener haciendo uso de contenidos de todo tipo y publicándolos en la misma. He recibido insultos, críticas e incluso he sido tildado de tecnócrata por creer que el periodista nace, no se hace.

Es mi fiel creencia la que me lleva a sentir que hay algo dentro de los periodistas de carrera que los impulsa a seguir paso a paso, investigando y llegando a sitios a los que nadie más puede llegar. Literalmente creo estar al borde de un descubrimiento importante.

Aquella noche, recuerdo, era una tarde lluviosa de septiembre. ¿Qué mejor forma de pasar un viernes por la noche que investigando un misterio sin igual? La Undernet me llama, me canta, me grita, ella necesita que yo la encuentre.  

La sala de mi apartamento es sobria, la cocina, un tanto aburrida, pero, el balcón, el balcón es un espacio único en el universo, las suaves cortinas de seda bailan al compás del viento que misterioso se siente al hacer presencia por los espacios de mi humilde morada; La puerta de madera con seguro doble reforzado de acero me hace sentir seguro, pero eso es una mera ilusión… ¿No es así?

“Nunca debes seguir los caminos del “.Tor” mucho menos los del “.Onion”  - “

“Wasp” es el nombre del hacker que me dijo exactamente todo lo que tengo que hacer, espero conocerlo algún día, él o ella es brillante, de eso no tengo ni una pequeña duda.

Sí, cambié mi proxy.

Sí, seguí los protocolos codificados que me permitieron acceder a un router  ajeno de manera remota.

Sí, destruí todas las piezas de información personal que estaban en los más profundo de mi laptop, y aún así… ellos saben, ellos están cerca.

Estoy adentro, esto es real.

Los sitios que he encontrado son nefastos. Llevo varias semanas sin poder conciliar el sueño. La venta de armas, la prostitución infantil, las estafas… el mundo es mucho más oscuro, mucho peor de lo que jamás imaginé.

Me encuentro, en este momento sentado en mi balcón, son las dos y treinta de la mañana. Hay un hombre en la calle, tiene un zipo en la mano, parece estar encendiendo un cigarrillo, él sabe quién soy, él sabe que yo entré…

Ha pasado una hora, el suelo de madera de mi apartamento suena mucho más que e costumbre. ¿Será que estoy paranoico o que nunca me había detenido a escuchar los leves sonidos de la madera que cruje? Juro que nunca más entraré en ese maldito servidor de venta de órganos, no quise llamar la atención de nadie. No soy un policía, soy un periodista, un periodista.

Ya casi amanece.

Oigo un sonido, proviene de mi computadora. Sí, tengo un mensaje de… Wasp, dice: “Cuidado, van por ti”

No sé qué hacer, lector, lector mío, quien quiera que seas, una vez leas esto sabrás el motivo de mi desaparición, de mi… de mi muerte. Por favor, avísales, diles que pase lo que pase no entren en ella. 

Alguien está en la puerta, la golpean con fuerza. Adiós.

“¿Qué demonios?” – pensó Leonardo al leer la penúltima página de aquel extraño diario.

Las similitudes eran atroces, un periodista exactamente igual de terco que él había escrito estas líneas en su diario y ahora, por alguna extraña razón, Leonardo estaba sentado frente a su computadora leyendo… la duda y el terror se apoderaron de él.

Ya era demasiado tarde, Leonardo, justo como aquel pobre diablo, había modificado ambos su proxy y su dirección IP, ya había navegado la Undernet  y estaba a punto de seguir excavando pero, ¿qué decía la última página del terrible diario?

Volteó la página.  

“El hombre entró con furia en mi apartamento, fue directamente a donde yo estaba, como si hubiese estado antes en el sitio, como si la maldita configuración del internet le diera todos los secretos de mi hábitat y de mi ser. 

Me golpeó con fuerza, traía un objeto de metal consigo, su meta era abrirme vivo y tal vez conseguir algunos órganos que no hayan sido tocados por el mal hábito que tengo de fumar dos cajas de cigarrillos al día.

Fue entonces cuando decidí rogar por mi vida, le dije al gigante que yo podía ayudarlos a conseguir mejor mercancía, les prometí que los llevaría a otro periodista, a otro maldito curioso para que lo descuartizaran y vendieran su humanidad, después de todo, soy parte de esto… Lo siento, lo siento mucho, de verdad.”

Leonardo se levantó de la silla y se alejó poco a poco de la pantalla de su MacBook Pro. Las piernas le temblaban, sus manos estaban frías, su rostro pálido…

Un estruendo recorrió todos los rincones de su apartamento.


La Undernet  lo encontró.  





Dedicado a Gabriela Benazar Acosta y a Juan Pedro Cámara Pérez.


Mrs. Carlie, The Strange Tale of



Night two thousand and twenty six. She is not here.

Every single night of my life, as usual, I go for my routine stroll… I end up at the pool area; I stop and take a very careful look all around the place. Every single night I walk and personally check every chair and every corner but I can’t find her. Every single night I crouch and crawl to the pool side and I look right into the water, there, just beyond my reflection, there where light is broken by the water ; there where all my hopes dream and rest, right there where it all happened.

The first night, or, to be more precise what I call the first night of my life, I was of course working, guarding those brand new Marriott villas. My job was not complicated; all I had to do was walk around with my little flashlight scaring cats and crows that liked garbage bags too much. 

I am a lonely man, you see? No family, only a few friends and of course Popper, my trustee companion, my dog. To be honest with you, that job suited me perfectly, I watched and cared for our customer’s dreams, I protected them from reality. Those vacations villas were an oasis amidst a crazy world of regrets and harmful thoughts, I liked my job… I was, lost.

That night changed everything  

I was walking toward the pool area; I believe you can already imagine how alive that place was at day, kids running and music playing, everyone enjoyed it so much, I, on the other hand, liked to see it at night, when everything became whispers and nothing more, shades of what had been… Water is life and there it stood, as always, tranquil, waiting for another day of fun.

As I approached the chairs at the far left side of the pool I noticed a presence, but this time it wasn’t neither a cat nor a crow, it was young woman.  There she sat, alone, looking right towards the old light house, I noticed her because every fifteen seconds her whole body would be completely covered by that soft yellow light. She was naked.

At first I doubted whether I had to come close to her and ask if she needed anything or just leave, but the truth is I couldn’t dare to move one muscle of my body, I was shocked, I was paralyzed and she… she was absolutely out of this world, her sight didn’t even bother to notice my humble presence, her ears didn’t want to hear a mere particle of the noise I made with every step.

Who was that girl?

Then it happened, she stood up, turned around and came walking slowly towards me. That, I confess, was one of the most beautiful moments I have ever lived. She came, step by step being lit by the lighthouse’s light; 

I saw frames coming to life, twenty four frames of pure impossibility.

I guess you might think, dear reader, that I actually engaged in a conversation or maybe that I asked her something, but I did not. She stood two feet away from me, enough distance to make me feel completely shy and absolutely disarmed.

“Hello, my name is Carlie” –  She said

Her eyes searched my soul in that very instant, she could see all my secrets, the absolute nature of my wildest dreams; with that look Mrs. Carlie found all the particles that make me human and understood them;  with that look she saw my heartbeats and heard my thoughts. Those yellow eyes were not normal, that is the kind of yellow you would want to get lost into.

She took one more step forward and then our bodies melted together having just that old light as witness.
Her lips found mine in a moment of total innocence and then… it happened.

The universe stopped.

My eyes were full of tears, as I said before; those were twenty four frames of absolute impossibility that turned into my dearest memory.

She was gone.

Night two thousand and twenty seven. She is not here.

Every single night of my life, as usual, I go for my routine stroll… I end up at the pool area; I stop and take a very careful look all around the place. Every single night I walk and personally check every chair and every corner but I can’t find her. Every single night I crouch and crawl to the pool side and I look right into the water, there, just beyond my reflection, there where light is broken by the water;  there where all my hopes dream and rest, right there where it all happened, hoping that maybe, just maybe, I can find her and tell her the very words she deserves. 

"Thank you".









Saturday, September 28, 2013

Luz roja


Nunca aceleres cuando esté húmedo el pavimento – me decía ella. Nunca le presté atención.

Aquella noche recuerdo cada uno de los pequeños sonidos que formaban parte de la vida de mi automóvil. El motor rugía con fuerza, el parabrisas barría despiadadamente el agua que chocaba furiosa contra él y mis manos temblaban como nunca antes, la vía era oscura, mi vida estaba en peligro.

-Toda acción genera una reacción, ¿no es así?  -  

Fue entonces cuando me percaté de que la gasolina estaba por acabarse, la luz naranja se encendió poco antes de empezar este relato, mi corazón latía con fuerza. Quedarse varado en esta ciudad de asesinos y ladrones definitivamente no era una opción, tenía que reparar el más grande error de todos mis descuidos.

La noche era inclemente, no sólo e presentaba ante mí como una total desconocida sumergida en la oscuridad absoluta de u naturaleza, sino que también posaba de la manera más seductora que puede existir, en medio de una tormenta.

La muerte sonríe en las formas y figuras que se dibujan en el pavimento húmedo, baila bajo la inclemencia de los tiempos y revela muy poco pero de manera muy abrupta con los rayos que, llenos de un placer sádico,  impactan tu retina sin piedad.

Fue en ese preciso momento cuando sucedió, a lo lejos no a más de un kilómetro de distancia se dibujaron dos luces rojas equidistantes entre sí. –Un vehículo – pensé rápidamente. Lo verdaderamente extraño era ver que una persona se detuviese ante la orden de la luz del semáforo, de su luz roja.

Me acerqué con esperanza pero nunca perdiendo el terror y la prudencia que este contexto nos inyecta en contra de nuestra voluntad. Después de todo, no hay forma de saber si quien maneja es un cura que se dirige a su convento o un asesino que retiene a su próxima víctima en la maleta.

La luz naranja comenzó a titilar, “tick, tick, tick” el auto estaba a punto de morir. Tal vez el destino me reunía en ese momento de incertidumbre y ansiedad con la única persona educada en la ciudad,  o quizás no.

El extraño vehículo se encontraba en el canal izquierdo de aquella vía de tres canales, así que decidí parar mi carro en el canal del medio, justo en paralelo. Pensé que de esa manera podría ver el rostro de la persona y así deducir sus intenciones, conocer su historia y su propósito, pero aquel experimento desesperado me llevó a algo totalmente diferente.

La luz roja se deslizaba por su delicado rostro generando sombras muy curiosas, dibujando y acentuando partes de su cara que a plena luz del día nadie nunca podría ver. Su mirada estaba fija, concentrada en el camino, esperando el cambio súbito, esperando el nacimiento de la luz verde para arrancar y llegar sana y salva a casa.

Nunca había visto un rostro tan particularmente ingenuo, tan extrañamente único.

“Tick, tick, tick”… Faltaba cada vez menos, lo sabía, pero aquella figura angelical me mantenía inmóvil, completamente hipnotizado.

Por primera vez en mi vida deseé que la luz roja nunca se transformara en verde, que la inclemente lluvia no se detuviese y que la noche, la asesina, no muriera para dar paso a un nuevo día; el peligro dejó de ser un problema, el miedo dejó e imperar, estaba atónito.

Me preguntaba si en algún momento ella voltearía, si en algún momento se percataría de mi presencia y vería un rostro único generado por la mera percepción de la noche roja; incluso llegué a preguntarme si yo había sido durante toda mi vida un fantasma, ¡Qué estupidez! 

Ella hizo un ligero movimiento, volteó, me miró directamente a los ojos como diciendo adiós, como si estuviese consciente de que este contexto que nos aplasta no nos permitiría bajar de nuestros vehículos, conocernos, pasar una vida juntos, esa fue posiblemente la mirada más triste que jamás he visto, la mirada de lo inevitable.

Entonces su rostro se iluminó de verde, giró su cabeza y, de nuevo enfocada en el camino, arrancó. Yo sólo pude ver cómo esas dos luces rojas equidistantes entre sí se alejaban poco a poco.

El sonido que emitía la alarma naranja había desaparecido

El silencio era absoluto.

La gasolina se había acabado.

Entonces el habitáculo de mi carro se iluminó con un blanco intenso, con una urgencia psicodélica y luego el estruendo más terrible se apoderó del espacio y del tiempo, un estruendo que hizo del más grande de mis miedos una realidad prematura, una realidad que en ese instante llegaba mucho más pronto de lo que yo jamás soñé.  

Y, ahora que lo pienso…

Tal vez no fue una estupidez, tal vez sólo soy... un fantasma.


Thursday, August 15, 2013

La ventana



Aún puedo escuchar la dulce melodía que entra danzante a mi apartamento, por el lado derecho, deslizándose justo por el espacio que hay entre la ventana y el marco de madera oscura. Por ahí, sólo por donde un silbido sería capaz de escabullirse, por ahí por debajo de todas las pesadillas.  

El sillón de terciopelo rojo está, como de costumbre, vacío. El suelo – también de una madera muy oscura – es firme, es antiguo. Y la ventana, la única ventana que hay en ese apartamento, no posee cortinas, ni adornos, ni una pizca de gracia, de hecho, esa ventana ha estado cerrada desde que tengo memoria, nunca me he atrevido a abrirla o siquiera a asomarme para ver qué podría existir del otro lado. 

La ventana me da miedo.

El televisor tiene tres grandes roscas, dos para sintonizar y una para regular el volumen. Como podrán darse cuenta es uno de esos televisores viejos de cajón, una reliquia que transmite a blanco y negro. Me pregunto, ¿qué habrá del otro lado de esa ventana? Todas las noches, casi al dar la media noche, empieza una melodía, una colisión de notas que se fusionan con una armonía casi perfecta y que son mi compañía. 

 Mi madre solía decir que ese era Vincent, del otro lado de la ventana, abajo en la calle con su saxofón. Eso y nada más.

La ventana sigue estando cerrada.

Una vez, la señora Harris vino de visita, esa señora de cabello muy blanco y de lentes de media luna. Ella me dijo, susurrándome al oído, que ella una vez se había asomado por la ventana y que lo único que había visto era un banco, al lado de un farol que proyectaba una luz blanca. Eso y nada más.

La ventana no se ha movido.  

En otra oportunidad vino Alcibíades y me narró la más trágica de las historias, que este edificio había sido construido con una sola ventana, con esa, que tanto me aterraba, porque afuera había una correccional donde eran castigados los impunes y los pecadores, un sitio donde se llevaba a cabo el castigo terrible de la silla eléctrica. Eso y nada más.

La ventana es siniestra.

Recuerdo también que en otra oportunidad vino de visita un señor bastante de mayor cuyo nombre no puedo recordar – creo que su nombre era Logan, o tal vez Robert. Él parecía un poco desubicado, un tanto nostálgico y complejo, lo único que él pudo decirme es que del otro lado de la ventana lo que había era un bonito parque en el cual le gustaba sentarse. Eso y nada más.

La ventana espera.

Creo que de todas las historias que he escuchado sobre “el mundo más allá de la ventana” es la de Alice, la que más me impresionó. Alice, esa mujer elegante y atractiva que pasaba de vez en cuando a hablar con mi Madre, me dijo que del otro lado de esa maldita ventana hay un edifico, y que en ese edificio vive un detective privado que resuelve casos de homicidio terribles como los que leerías en una novela de Stieg Larsson. Eso y nada más.

La ventana me llama.

Tantos años han pasado, tantas historias han sido contadas… Esa ventana sigue ahí. Las paredes se encojen con el tiempo, el techo cada vez más bajo asfixia las ideas, cuestiona los dogmas. El sillón sigue siendo rojo y de terciopelo; la cocina sigue estando sola, el televisor no ha logrado transmitir a color y yo sigo aquí sentando frente a esa ventana.

Me acerco con cautela pero con los ojos cerrados, el suelo chilla con cada pequeño movimiento que hago, las lámparas que cuelgan del techo aguantan la respiración; los sueños se encuentran al borde de un colapso total, mis manos tiemblan; sudor frio corre por mi frente pero mis pies siguen avanzando… Apoyo mi mano derecha sobre el frio y húmedo marco de madera oscura; pienso una o dos veces si debo o si no debo. En realidad, ¿Qué podría pasar, cierto? Es sólo una maldita ventana.

Entonces abrí los ojos.

El mundo más allá de la ventana es fascinante, creo que nunca podré entenderlo, pero escucha bien, debes prestar atención. Hace ya un par de años me asomé por la ventana con grandes expectativas y un miedo aún mayor, un miedo que es sólo comparable con el que sientes tú en este momento. 

Lo único que yo pude ver fue el rostro de un hombre envejecido presa y víctima del miedo que paso toda su vida sentado frente a esa ventana. El hombre parecía confundido, parecía aterrado y por sobre todo parecía estar vivo. 

Eso y nada más.  










Thursday, July 11, 2013

Haircut



It was that and nothing more, I thought, but I was wrong…

Many years ago I realized an undeniable truth of my existence, my hair grew and it was always going to be like that, you know, growing.

My mother dragged me out of my room, and when I say that she dragged me, well, I am being as truthful as possible. She seemed to enjoy that atrocious torture. Making a little lad go for a haircut has to be labeled as a crime, don’t you think? But, maybe, just maybe… she knew something I did not.

Every third day of every second month after the last haircut was done she appeared as a ghost haunting me, taking me as her copilot to what was of course a traumatic experience. I could see those kids from around the block playing in the streets, that little pink and gorgeous ice cream truck making them all happy, and even good old Mr. Nolan telling amusing stories to those who walked without a clear destination, they were all happy, they were all outside and I… I was going for a haircut.

As I approached “Stylish” as it was called, I started to feel as if my soul wanted to escape, I knew that something was terribly wrong about that place, I could hear those little babies crying and yelling and punching everyone in their path. Being completely honest with you, my dear reader, I even desired to be five years old again, you know, to be able to join them, “the weird punching and kicking crowd” as I liked to call them.

The people who worked there told my mother something that disturbed her a lot; she seemed shocked and sad… I of course thought of something magical, maybe I was going to be able to dodge that curse, at least just for that day even though I would have had to go there the very next day of course. Then a big colored woman came towards me and with a huge smile and an even bigger kiss she introduced herself.

Her name was Julia, I remember it clearly. She sat right next to me and looked me in the eye like no one had ever looked me before. She told me that haircuts were part of my life and whether I liked my hair long or short I was going to have to go for a haircut every now and then. I did not quite understand that mature speech, it was way too complex for me to digest, at least at that short age, but I closed my eyes and delivered my soul to that razor blade.

Very interesting, don´t you think?  You close your eyes and trust a person who’s moving a sharp razor around your skull, you are literally giving that human being the option of ending your miserable life in one soft move. I find it very creepy, it is almost as if you entered another dimension, another space within another time.

I loved Julia and she loved me, that day a very beautiful friendship was born, as she said, I went for a haircut every third day of every second month after the last haircut was done. 

We spoke about almost every single thing that was contained in our little universes. We broke and rebuilt every concept, ever single idea and paradigm. There  was something about Julia that I admired, she held my life between her hands, as if she was some kind of a blacksmith forging a sword throughout the years, she cared for me and she saw me rise from the shadows of ignorance, she was a teacher, a friend.

I still remember the very last time I spoke with her. She was weak but still had that huge smile in her face. And she told me something that broke my heart in a million pieces. She said that her task was done, that I was ready to walk without her by my side and I did not understand it; just like that old speech about responsibility, she was way ahead of me.

Then she took her little yellow bag, gave me one last huge hug and looked me in the eye, just like that day, the day we met. She said everything without saying a word, and so, Julia started walking towards the bright light, stood under the silver gateway to the world and left forever.

Today I sit in the same chair as always, still having my haircut, my white hair is weak but the memories I hold with me are young and vibrant, I can still hear her and now I am proud of being the new guide to my grandchildren, and let them discover the true importance of a haircut.  
It was that and nothing more, I thought, but I was wrong, it was one of the most spectacular things that I have ever learned in my life, a cycle, an adventure…


A haircut.








Friday, June 28, 2013

El buscón



Una vez más me enfrento a esta bendición, a una tarea que, si bien es muy controversial, debe ser llevada a cabo. Es mediodía y me pregunto, ¿Será posible que el sol deje de ponerse en lo más alto del cielo? ¿Podrá ser roto alguna vez el ciclo de lo inevitable? Por supuesto, querido lector, debo decirte que no soy yo quien trae las respuestas en este humilde escrito, no soy yo quien decide, y no eres tú quien está condenado de por vida al miedo. Sólo vengo a narrar la historia de uno de mis sitios favoritos en el mundo, un cuento que nunca olvidaré, no mientras siga aquí, no mientras sepa que existen los sueños y las pasiones. Pido precaución puesto que lo que estás a punto de leer puede ser extrañamente fantástico e inocentemente mortal.  Ésta, querido lector, es la historia de El Buscón.

Grandes mentes de la realidad caraqueña rondan los amplios espacios del Trasnocho Cultural, ya sabes, el de Las Mercedes. Muchos en busca de esa chispa creativa que Dios les ha regalado; de vez en cuando se sientan en las elegantes poltronas cuadradas que se encuentran justo frente a los posters de las películas recién estrenadas; otras veces caminan un tanto abrigados para que el frio aire acondicionado no les haga sentir incómodos. Algunas personas asisten a las interesantes  galerías de arte que están en el fondo, allá donde las luces se hacen tenues. A veces se topan con una buena obra de aquel genio olvidado llamado “Cabrujas” y tienen la oportunidad de vivir con intensidad un momento íntimo en el arte, otras veces sólo se sientan en el espectáculo de colores, olores y sabores que es “Kakao”, y déjenme decirles, un chocolate caliente nunca podrá ser tan bueno en una tarde lluviosa, pero, hay unas personas, unos individuos que deciden entrar en la librería, en El Buscón.

Estanterías verdes que sostienen obras literarias de las muy antiguas y de las muy recientes también. El misterio de cada uno de los pequeños pasillos coquetos en los que tanto les gusta corretear a los lectores que están creciendo, bustos de los más grandes exponentes de la música clásica, Ludwig Van Beethoven, Amadeus Mozart y, por supuesto, Joan Sebastián Bach. Buenos hombres, buenos amigos.

Luces color ámbar que dibujan la silueta de todo aquel que pasa por un libro, luz que dibuja el momento más íntimo de la lectura reflexiva, pequeños regalitos y suvenires de la cultura mundial y un anciano a quien todos amaban, El viejo Irlandés.  Daniel O’ Banner, era su nombre,  pero todos le llamaban, como les he dicho,  “El Irlandés.”

Desde hacía ya mucho  ese anciano había llamado mi atención, todos los días, religiosamente, entraba en El Buscón a eso de las diez de la mañana, buscaba un lugar tranquilo en el cual colocar su sillita de metal plateada y desayunaba un pequeño ponqué, uno de esos sabrosos “once once”; luego, sacaba su elegante instrumento, su Strauss de madera ahumada y empezaba a inundar la hermosa tienda con notas alegres o nostálgicas, dependiendo del clima.

El irlandés fue siempre para mí un hombre misterioso puesto que nunca logré escuchar su voz, era como si, enamorado de su violín, ese hombre podía hablar a todos los presentes, a veces con discursos muy felices pero otras con confesiones nostálgicas, en fin, el viejo le daba un toque mágico a la tienda.
Recuerdo que aquel día recibí una nota un tanto triste, debía hacerlo. Hay un momento en la vida de todo ser en el que entiende que a veces hay que hacer cosas que no quiere hacer, eso, claro está, dentro de un contexto individual – es mi trabajo, no hay nada que pueda hacer para evitarlo y debo ser responsable – pensé.

Debía ir para El Buscón, sentía que tenía que entregarme al azar antes de hacer mi trabajo,  - ¿Quién sabe? Tal vez me tope con un libro que cambie mi vida en este tiempo, o tal vez logre escuchar la voz del viejo irlandés, ¿Quién sabe?.

El trasnocho en la mañana es como un niño, ávido de conocimiento, ansioso por todo lo que le espera en el futuro, en el día; con ganas de jugar y de disfrutar al máximo, siempre con su inocencia característica.
 ¿Cómo no ser romántico sobre ese sitio?

Eran las nueve y cincuenta y nueve de la mañana y ahí estaba el viejo, caminando hacia El buscón con su fino estuche y su sillita cromada. Debo admitir que seguirlo era una idea que siempre pasaba por mi mente, pero, como vivimos en este mundo tan organizado y polarizado decidí entrar, una vez más, como el cliente asiduo que siempre fui y seré.

Los pasillos de ficción son los primeros que atrapan mi imaginación, los cuentos de Poe siempre han sido mi delirio, desde que lo conocí me he preguntado, ¿cómo es posible que ese hombre, un simple hombre del siglo XIX sea capaz de entender de manera tan profunda esta melancolía que siempre he sentido? – Esos cuentos son mágicos.

Las historias cortas de Lovecraft, esas que te hacen pensar y mirar a los lados,  e incluso las narraciones del fantástico Sherlock Holmes de Doyle, nada podría ser mejor… 

- ¡Ajá! El sabueso de los Baskerville – dije con ánimo para mí mismo. De pronto, las campanitas sonaron, anunciando que un nuevo cliente había llegado y, justo en ese momento, O’Banner empezó a tocar una melodía suave, una melodía que parecía acompañar, cual compañero de ballet,  a la dama que justo empezaba a caminar hacia el pasillo de ficción, mi favorito.

Debo decir que pocas veces, muy pocas veces un ser humano logra sorprenderme de tal manera, recuerdo que  con el simple hecho de hablarle, mi día pasaría de ser triste y melancólico, a ser más llevadero e incluso interesante, había algo en ella…
Lo que recuerdo con más precisión era su cabello,  castaño oscuro cual suelo de otoño y sus ojos, aquellos ojos inocentes pero a la vez llenos de magia; era una dama de estatura media, o quizás baja, de tez blanca y movimientos serenos, la verdad es que logró llamar mi atención y apuesto a que la tuya también.

Se paró justo a mi lado, como si fuera cosa del destino, y se puso en punta de pies para lograr alcanzar un pequeño relato fantástico de Charles Dickens, ese que habla sobre la navidad. De pronto, con cautela de no parecer más extraño de lo que ya puedo ser, traté de dar un paso hacia atrás, pero tumbé unas historietas, lo que llamó su atención de inmediato. Volteó su mirada hacia mí y sonriendo se agachó para ayudarme a levantarlas, - disculpa – le dije, a lo que ella respondió entre risas – tranquilo, me pasa todo el tiempo,  Ámbar, mucho gusto.  Sí, a mi también, no puedo evitar ser torpe a estas horas de la mañana.

Me pareces conocido,  ¿Acaso te he visto antes? – preguntó la muchacha. No lo creo, en realidad me la paso aquí leyendo y nunca te había visto – respondí.

Un ser tan dulce, tan honesto, sin duda alguna ella estaba ahí por alguna razón…

Disculpa, tal vez suene un tanto extraño pero, ¿me permitirías invitarte una taza de chocolate caliente? Está cayendo un terrible aguacero allá afuera y no puedo salir al trabajo, por lo menos no mientras esté lloviendo de esa manera. Ámbar me vio con esos ojos curiosos, creo que al principio lo dudó, tal vez por el tema de que éramos completos desconocidos, o tal vez porque la misma idea pasaba por su mente, yo, por supuesto, quería hablar con ella, hacerle varias preguntas de literatura, de la vida misma, de esas cosas que a ratos contemplamos como ideas hermosas que pasan por aquí y por allá.

Bueno, sí, ¿por qué no? – respondió con su tenue voz. ¡Vale! Muchas gracias, déjame pagar este libro y vamos.

Así lo hice, compré un pequeño ejemplar de Tolkien y me dirigí hacia la puerta. ¿Sabes, a veces me siento y pienso que tal vez el destino existe, y que todo lo que hacemos está de algún modo u otro, premeditado, escrito – comenté en nuestro camino hacia Kakao. Ella soltó una risita poco humilde y me dijo que todo lo contrario, que nosotros hacemos y construimos nuestro propio destino.
Quizás el ser humano tiene alguna clase de fuerza sobre aquello que le depara el futuro, quizás sea una ilusión, ¿quién sabe?

Ámbar caminaba bajo las luces tenues del Trasnocho, la combinación de su cabello y sus ojos era sublime, al pasar, dejaba una estela de gracias y de armonía, ¿De dónde provenía tanto equilibrio?

Entonces ocurrió… - ¿Cuál es tu pasión más grande? – me preguntó. Pues, no tengo, no creo tener ninguna pasión específica; pero tengo un trabajo. Un trabajo único que debo cumplir con mucha responsabilidad. Ella parecía no entender lo que le había respondido, su rostro cambió, ahora ella se encontraba preocupada.
¿Cómo no vas a tener una pasión? Eso es lo que mueve a los hombres, la pasión, la búsqueda de algo más grande, algo que se combina con tu espíritu y trasciende… vi que leías a Poe, y, él era un gran apasionado de la muerte, ¿Acaso no eres tú un gran apasionado de Poe?


No lo creo. En realidad Poe siempre fue un hombre desafiante, desafiante de todo lo que le rodeaba, para mí fue una gran lastima tener que apartarlo, pero, ya sabes, la continuidad de Poe, la trascendencia, como le llamas, ocurre con obras como Sherlock Holmes, puesto que sin un Edgar Allan no hubiese podido haber un Arthur Con
an. 

¿Apartarlo? ,  bueno, pero debe haber algo, algo or más pequeño que pueda ser…
Entonces entramos en Kakao, las luces rosa cubrieron nuestros rostros, podía sentir cómo el aroma del dulce chocolate cautivaba todos mis sentidos, los leves tonos de las conversaciones, las risas, los llantos, las confesiones, verdades todas de personas que disfrutan el pasar del tiempo, que hacen lo único que realmente importa, ser felices.

Bueno, aquí estamos, si quieres toma asiento, Ámbar, mientras yo te compro una taza de chocolate. - ¿Seguro? Yo podría… -  Seguro, la interrumpí. 

Por supuesto que no era amor lo que sentía, muchos menos atracción, puesto que, como entenderás no puedo sentir, pero, había algo que me llevaba a conocer más a este pequeño e indefenso ser que con tanta valentía defendía los teoremas de las pasiones humanas, ¿un mensaje tal vez?  ¿una idea?
Aquí está, espero que lo disfrutes muchísimo, creo que no hay mejor chocolate en el mundo.

Entonces una sonrisa se dibujó en su rostro, como si ella supiera algo, como si estuviese evaluando mis movimientos, mis pesares.

 De pronto, un señor mayor, Isaac Duarte,  de sesenta y tres años de edad cayó aparatosamente en el suelo, su vida se alejaba de él, pero no era su hora, aún no era su hora.

Ámbar trató de levantarse pero tomé su mano con rapidez, ella no entendía que estaba sucediendo, pudo sentir, por primera vez , pero no por última, la fría temperatura de mi mano sobre la suya, me miró fijamente a los ojos preocupada y asustada, yo sólo tuve que decirle: No es su hora, es sólo un infarto, él estará bien…

Ella, petrificada, observó por encima de mi hombro cómo revivían al anciano y cómo mi predicción se cumplió al pie de la letra, Isaac Duarte fue atendido y luego salió caminando del recinto. Ámbar empezó a sentir miedo, no entendía lo que había sucedido. Para ese pequeño momento había sólo una cosa que me preocupaba, que aquel evento no cambiase el sabor de su chocolate, que no le diera un tono amargo a nuestra cándida conversación.  

¿Cómo?  - preguntó estupefacta.  Hay cosas que uno percibe, fue una corazonada, nada más. Está demás decir que no creyó lo que le dije, así que traté de seguir nuestra conversación.
Dime una cosa, yo ya te comenté que más que una pasión, yo tengo un trabajo pero tú, dime, ¿Cuál es tu pasión?

Ella volvió un poco en sí – aunque sabía que aquella escena nunca saldría de su mente – Volteó hacia la pared de vidrio que descubría al trasnocho y se concentró en un punto fijo del panorama. Tomó aire y dijo algo que nunca olvidaré: El cine.

El cine es vida y muerte, es un escape y a la vez un recordatorio de que estamos aquí, en este mundo, por una razón. El cine es un arte elevadísimo que enriquece el espíritu humano, ¿cómo no ser romántica sobre el cine? Leone, Del Toro, Hitchcock, Tarantino, todos hacen que nuestro mundo se mejor, ya sabes, contando esas historias que nos acompañan a todos lados...

Que te acompañan – respondí de manera tajante.

¿Qué acaso no recuerdas escenas en tu día a día? – preguntó ella sorprendida.En realidad no, es que, verás, he conocido a muchos directores pero nunca he tenido la oportunidad de ver una película, jamás he entrado en una sala de cine.

Recuerdo que la expresión en su rostro varió y pasó desde la incomprensión hasta la molestia, e incluso, un tanto de emoción… ella vio en ese momento la oportunidad de hablarme de primera mano sobre lo que la hacía sentir viva, ella pensó en ese instante en que fuésemos al cine, a ver una película, mi primera película.
De un sorbo lleno de emoción terminó su chocolate y me miró a los ojos. Vamos a ir al cine, quiero que veas por ti mismo todas esas cosas que acabo de contarte, ¿tienes tiempo?

Aún no podía ir a mi trabajo, no era la hora, todavía podía compartir más con aquella interesante persona, con Ámbar.

Caminamos con cierta prisa hacia las taquillas, fue en ese entonces cuando sentí ese olor característico que se encuentra en las taquillas de cine, el olor a palomitas de maíz recién hechas, debo confesar que ese olor es único, creo que esa, mi primera ida al cine, comenzó de manera fantástica sólo por ese humilde hilo de aroma alocado, de aroma a palomitas de maíz recién hechas.
-Esta vez pagaré yo – dijo con entusiasmo. 

Asentí con la cabeza y miré mi reloj de bolsillo con detenimiento, aún quedaba tiempo.
Ámbar empezaba a hacer teorías alocadas sobre quién era yo, escondido en el núcleo de su emoción por llevarme al cine, yacía un miedo profundo a la única explicación lógica que ella encontraba sobre lo sucedido en Kakao, ¿qué crees tú, querido lector? ¿Quién soy?
Entramos a la sala.

El silencio era total.

Las butacas de color rubí esperaban ansiosas.

No sabía qué esperar de aquella situación, me senté y vi en frente de mi, serena, a la gran pantalla. Y rayos, sí que tienen razón, es una gran pantalla.

De pronto escuche un sonido que provenía desde la parte posterior de la sala, “Clack, Clack, Clack” El proyector había comenzado a enviar ese delgado rayo de luz mágico hacia la pantalla, ese fue el momento en el que todo comenzó.

Por una hora y cuarenta y cinco minutos estuve inmóvil,  mi cuerpo se vio atado a la cómoda silla, mi mente voló de aquí para allá, de pronto sentí cómo la música me atrapaba, cómo los sonidos daban vueltas en círculo cual acto ritual de esos antiguos que ya no puedo ver. La verdad parecía estar en ese rectángulo gigante, perdí noción del espacio, pues éste se transformó en aquello que me mostraba el proyector, y perdí la noción del tiempo, pues fue la hora y cuarenta y cinco minutos más corta de toda mi existencia.  No podía creer lo que estaba viendo. 

Una forma de expresión tan pura y entretenida, tan increíblemente compleja y a la vez sencilla ¿Cómo era posible aquello? ¿Cómo era posible que después de tantas cosas, de tantos trabajos, de tanta monotonía, yo encontrase algo que me hiciera sentir, sentir algo, una vez más?

Los créditos pasaban y yo estaba de pie, no sé por qué estaba de pie, pero, lo estaba. Mi impresión se apoderó de mi cuerpo y lo hizo danzar al son de esas imágenes en movimiento. Todo lo que alguna vez creí, estaba cambiando. Pasión… ¿Será posible?.

Ámbar esperaba de pie a mi lado, ella sabía que el impacto que acababa de recibir había sido profundo, muy profundo, y con un risita nerviosa me dijo – Esa es mi más grande pasión en la vida-

Yo, aturdido e impresionado salí caminando poco a poco de la sala, sólo con la esperanza de volver a entrar, de volver a presenciar dicha manifestación del arte humano. Vi mi reloj de bolsillo, ya era hora, tenía que ir al trabajo.

Caminé junto a Ámbar, atravesamos el Trasnocho y no dijimos ni una palabra, yo sabía que ella estaba muy nerviosa, e incluso, un tanto triste. Creo que, por mucho que me esfuerce en ocultar mi verdadera identidad, los humanos siempre sabrán que estoy ahí, cerca, acechando desde mi humilde pasillo de lecturas en ese cementerio del saber que llaman librería.

Llegamos hasta nuestro punto inicial, la entrada de El Buscón. Ahí, frente a ella, entendí por qué me la había encontrado aquel día, supe que era una especie de mensaje, una alianza entre ellos y yo, la idea de que cada vida tiene un propósito, una búsqueda y que todo comienza con pasión.

Ella no sabía qué decir ni qué hacer, entonces fue cuando se dio cuenta de la verdad.

El viejo irlandés venía saliendo de El Buscón, era mucho más temprano que de costumbre, pues, él ya no volvería jamás. Lo vi a los ojos y le pregunté: ¿Estás listo O’Banner?  , Él me vio a los ojos y asintió. Entonces aproveche ese momento para darle un abrazo a Ámbar y para darle, desde luego, las gracias por esa pequeña vista al mundo de las pasiones y de los sueños. 

Pude sentir una profunda tristeza en su corazón, Ámbar tenía los ojos llenos de lágrimas. Aún así, no puedo hacer nada, nunca he podido, es mi trabajo y forma parte de un ciclo inquebrantable, es lo que debe ser.
Empecé a caminar hacia la salida con el viejo Irlandés y de pronto sentí un pequeño cosquilleo, un destello de candidez.

Irlandés – dije- El viejo se volteó y me miro fijamente, ¿Cuántas películas has visto en tu vida? – pregunté.

Su respuesta fue una de las más hermosas que jamás nadie me haya dado.

“Muchas”.  – dijo, mientras una leve sonrisa se dibujaba en su rostro – y con firmeza siguió caminando a mi lado hasta el fin.  


Una vez más me enfrento a esta bendición, a una tarea que, si bien es muy controversial, debe ser llevada a cabo. Es mediodía y me pregunto, ¿Será posible que el sol deje de ponerse en lo más alto del cielo? ¿Podrá ser roto alguna vez el ciclo de lo inevitable? Por supuesto, querido lector, debo decirte que no soy yo quien trae las respuestas en este humilde escrito, no soy yo quien decide, y no eres tú quien está condenado de por vida al miedo.








Thursday, June 27, 2013

Volstead



Nunca creí que llegaría a este punto. Lo único que se interponía entre mi destino y yo era la amable señora Harris, su cabello blanco como la nieve, sus lentes de media luna y su escopeta “dos en boca” clásica con culata de roble ahumado.  – Clack , clack -  fue lo último que pude escuchar;  todo lo demás se transformó en pánico puro, de ese frío, de ese que no quieres sentir jamás y que te hace cuestionarte si tu vida ha valido la pena.

Fue un 14 de febrero de 1929, me refiero al día fatal, al día del trabajo. El frío invernal inundaba las afueras de Chicago, tanto los vehículos convencionales como los de carga debían hacer dos paradas obligatorias para mantener sus tanques de gasolina llenos.

El problema, los sicilianos del sur, siempre creí que caería ante los negros de Harlem o ante los irlandeses de Atlantic City. Es decir, Capone aumentaba cada vez más su poder y con éste, su brutalidad se hacía cada vez más feroz, enfrentarse con su línea de producción de whisky nunca fue una opción pero debíamos competir de alguna manera. Justo en ese momento me encontraba manejando por la nueva carretera hacia Chicago cuando, de pronto, un estruendo dividió los cielos, un rayo daba inicio a una terrible tormenta helada.

El camino era menos y menos visible, y entonces sucedió,  otro estruendo vociferó desde el lado derecho de la angosta carretera de dos vías, pero éste último no era uno producido por la naturaleza, era algo diferente, el origen de todo mal, el comienzo de uno de mis peores miedos, una emboscada.

Éramos cuatro pilotos, cada uno con su respectivo acompañante. Vi por el retrovisor central y lo único que alcancé a observar fue el parabrisas del convoy que estaba justo detrás de mí, lleno de sangre, una bala había perforado el cráneo de Willy, segundo copiloto.  Frené con fuerza.  Jack, el segundo piloto, sacó su arma preferida, su Thompson y empezó a disparar desde la ensangrentada cabina a ambos lados de la carretera, el panorama era insoportable, truenos, balas, risas y sangre, mucha sangre.

El clima ocultaba a nuestros enemigos cual vil cómplice y yo sólo podía pensar en una persona tan terrible como para ser capaz de semejante traición en un momento tan delicado, Capone.

Como pude, tomé la escopeta corta que por años me cuidó, la oculté haciendo uso de mi empapado sobretodo y por ningún motivo olvidé que en el más extremo de los casos yo debía incendiar la carga de whisky, prefería y prefiero mil veces quemar 200 cajas de whisky a entregarlas a los cerdos sureños. 
La lluvia confundía todos mis sentidos, estruendos mortíferos por doquier, Jackie descargó ronda tras ronda hasta quedar sin municiones, los pasajeros de los camiones 3 y 4 debían estar muertos para aquel entonces.  Yo sólo podía esperar, y ellos también.

Entonces, al escuchar el silencio súbito de la Thompson, los hombres de Capone salieron cual coyotes hambrientos en busca de su próxima presa. Logré ver cómo uno de ellos sacó a Jack de la cabina y lo aventó contra el suelo de un golpe fatal, un cuchillo había atravesado la garganta de mi compañero silenciando su vida para siempre. Entonces aparecieron un par de luces en la carretera, lo que parecía ser un quinto camión de carga se aproximaba, los hombres de Capone no lo dudaron ni un segundo y empezaron a disparar.

Los pasajeros del misterioso convoy intentaban defenderse pero fue inútil, en ese momento vi un destello fugaz, un destello terrible como la peor de mis pesadillas y luego, el impacto.

No hubo manera de que uno de ellos acertara con tanta precisión, aún así, el proyectil atravesó mi abdomen, perforando mi hígado, aniquilando mi vida poco a poco. La sensación fue mucho peor de lo que jamás nadie podría imaginar, pinchazos constantes desde la base de la espalda hasta el cuello, nauseas profundas y un frío que se apodera de tus piernas haciéndolas temblar sin control, esa era la expresión máxima de terror y de dolor; caí de rodillas al suelo y luego golpeé mi rostro contra la carretera, las pequeñas piedrecillas cortaron mi rostro, todo se tornaba borroso, el dolor reinaba.

Lo único que podía hacer desde mi desventajosa posición era ver cómo los traidores masacraban sin piedad a todos los que estaban luchando por defenderse, pero si yo iba a morir, no sería en esa apestosa carretera, no así…

Recordé los fósforos que se escondían en el bolsillo derecho de mi fina camisa de rayas delgadas, tomé la caja y como pude, prendí fuego a una de las cajas de whisky, el fuego se esparciría con rapidez y  por suerte la manta de lana protegería a la chispa de la inclemente tormenta. 

Entonces escuché cómo uno de ellos gritó-  ¡Hay un maldito perro con vida allá! – En ese instante supe que debía haber alguna forma de informar a mi jefe sobre esta traición, a lo lejos vi una pequeña luz que se confundía con el brillo de las gotas de agua que eran impactadas por los faros de mi moribundo camión, era la casa de la señora Harris, mi última opción. 

Aquella lucecita se transformó en mi esperanza y en mi salvación, con las fuerzas que me quedaban me puse de pie y corrí aparatosamente hacia el monte alto de la carretera, mi desesperación se mezclaba con la hemorragia de mi abdomen, la vida se alejaba de mi, debía llamar a Bugs, debía informar sobre esta traición, ese era mi último destino.

Podía sentir el trazo mortal de viento que marcaban las balas de mis enemigos, sentía cómo pasaban a mi lado silbando canciones terribles de muerte y pánico. Debo confesar que no sé si era por obra de Dios o de la dama de la suerte que ninguna de esas monstruosas balas me impactó, entonces llegué a la entrada de la humilde casita, empujé como pude la puerta y entré.

El teléfono reposaba sobre una pequeña mesita de madera al otro lado de la sala, iluminado sólo por los relámpagos del cielo. Me apresuré y entonces ella apareció.

Nunca creí que llegaría a este punto. Lo único que se interponía entre mi destino y yo era la amable señora Harris, su cabello blanco como la nieve, sus lentes de media luna y su escopeta “dos en boca” clásica con culata de roble ahumado.  – Clack , clack -  fue lo último que pude escuchar;  todo lo demás se transformó en pánico puro, de ese frío, de ese que no quieres sentir jamás y que te hace cuestionarte si tu vida ha valido la pena.

-Sal de mi maldita granja, maldito italiano – dijo ella con furia.  Caí de rodillas y le mostré mi herida, en fin, yo sólo quería hacer una llamada. La anciana tomó el revólver que se escondía en mi cintura y lo lanzó al otro lado, a la cocina y me hizo una seña con su cabeza.

Me arrastré hasta el teléfono, marqué y escuché la voz del jefe. Bugs Moran -  jefe, Capone nos tracionó… - fue lo único que alcancé a decir antes de que la electricidad cediera.  Eso es todo, señora Harris.

Puede que me queden sólo minutos de vida, me sentaré aquí en esta esquina  y prometo no hacer mucho ruido, sólo tengo que abrochar estos botones de mi chaleco, porque, ya saben lo que dicen, “Nunca hay dos oportunidades de dar una primera buena impresión” y no sé quién vaya ser el que venga a buscar mi cuerpo.

Un sonido brutal entró entonces por la puerta, uno de los hombres de Capone se encontraba en la sala y descargo dos balas de su escopeta sobre el pecho de la ahora difunta y ensangrentada señora Harris, el hombre tiró el arma al suelo. Veo como se acera a mi… - Mírame a los ojos – dijo el matón, y así lo hice, entonces el hombre sacó su fino revolver colt y lo apoyó contra mi frente.

-Saludos de parte de Al Capone – dijo, y haló el gatillo.


Lo que los hombres de Capone no sabían era que Giovanni De Santis llamó a su jefe antes de morir,  la guerra había comenzado.