¿Es acaso lo peor que le puede suceder a un ser humano? ; ¿Es en definitiva un sentimiento fugaz que existe en nuestras almas y aflora ante los más crueles desafíos? ; ¿Qué es?
Daniel despertó aquella mañana atemorizado por lo que le esperaba, un día que podría cambiar el curso de su existencia, miedo tenía de que su padre, un viejo amargado y alterado por las situaciones políticas y económicas del país, lo reprendiera de manera horrenda, lo sacara de su amada universidad, y era un examen, uno sólo, el que le aseguraría a Daniel su cupo en la casa del saber, en su segunda casa.
Daniel se apresuró con un pesar terrible sobre sus hombros, era como si grande herramientas ferrosas se posaran sobre su espalda haciéndole dificultosa la simple tarea de caminar. El pasillo del quinto piso se encontraba sereno, no había un alma que caminase por aquel sitio, que, para Daniel, había sido olvidado hasta por los mismísimos ángeles.
Puerta tras puerta él buscaba el número que le asignaron, el salón donde descubriría su destino. Asimismo llegó, eran las 10:05 de la mañana, ya todos estaban adentro presentándolo, él se aproximó al escritorio de la profesora y ella, sin exclamar una sola palabra, le hizo entrega del espeluznante documento. Daniel siempre había sido un chico tranquilo, nunca se buscó problemas con nadie. La silla que quedaba vacía era la primera de la fila del centro, Daniel se sentó, sacó su lápiz de grafito y empezó a desarrollar aquello que sabía.
Gotas de sudor corrían por su frente y varios calambres tétricos azotaban a sus piernas, aún así el muchacho seguía intentándolo, cuando de pronto, se topó con una pregunta que lo dejó frío, sin la más mínima idea. En aquel momento muchas cosas pasaron por su mente,- ¿Puedes imaginar perder tu beca de estudios por una pregunta? ¿Puedes acaso manejar la angustia? –
Daniel procedió a colocar sus brazos sobre el pupitre, quería estar tranquilo, quería entrar en la oscuridad que nos permite la terrible soledad, del mismo modo, cerró los ojos con fuerza para recordar aquello que nunca supo, y, de pronto, sucedió. Muchas voces vinieron de aquí y de allá, “! Sal de aquí!” “¡Te estoy observando! “y “¡Lo vas a lamentar!” eran algunas de las cosas que el joven asustado escuchaba, sin poder soportarlo más, abrió los ojos y en el mismo segundo subió su cabeza ,pero algo andaba mal, la luz era un poco más brillante, el sonido angustioso del grafito asesinando las hojas de papel puro ya no estaba, entonces, ¿qué había sucedido? – Se preguntaba Daniel- ¿A dónde fueron todos? , nadie podía responderle.
De pronto el muchacho sintió un golpe muy cerca de él, era como si alguien hubiese movido un pupitre o hubiese detonado un arma de fuego, Daniel volteó, y lo que vio, querido lector, va más allá de la compresión humana, era una figura femenina de rasgos neutros, no tenía expresión alguna en el rostro, con la boca abierta y mirando a un punto ciego, incomprensible respiraba de manera violenta y hacía sonidos, horribles sonidos desesperados, inexpresivos; nada más pasaba por la mente del muchacho sino alejarse de aquel lugar, pedía a gritos pero en silencio desaparecer, dirigió su mirada al centro de la pizarra y casi con lágrimas puras llenas de miedo y curiosidad quiso echarle un nuevo vistazo al monstruo incierto que el pupitre de al lado habitaba, pero, cuando volteó no había absolutamente nada.
Daniel se levantó muy de prisa y se golpeó con el escritorio de la profesora, el examen había caído al suelo, como todos sus sueños si no lograba terminarlo, pero, ahí estaba de nuevo, parada en la esquina más alejada de él y de la realidad, aquella mujer que al punto mortífero y ciego miraba, él quiso simplemente renunciar a todo, quiso alejarse de ella lo más rápido posible, se dirigió hacia la puerta y la abrió muy rápidamente, salió del salón y se encontró con la puerta del frente.
Sin poder mover un hueso, Daniel se quedó pegado a dicha puerta salvadora viendo de frente la luz, que desde ahora, le anunciaría si aquel monstruo espeluznante lo perseguiría. Nada parecía ocurrir, tal vez el monstruo se fue- pensó – un poco más relajado, se apartó de la puerta de donde se mantuvo aferrado, y escuchó un grave respirar a sus espaldas, volteose y vio en la ventanilla de la puerta que una vez fue su refugio la cara espeluznante de mal y la confusión, no lo pensó de nuevo y empezó a correr por el pasillo a toda velocidad sin ver atrás y con los ojos llenos de lágrimas.
¿Es acaso lo peor que le puede suceder a un ser humano? ; ¿Es en definitiva un sentimiento fugaz que existe en nuestras almas y aflora ante los más crueles desafíos? ; ¿Qué es?
Daniel abrió los ojos y, preocupado miró con cautela tanto a la izquierda como a la derecha, ahí estaban aquellas almas tranquilas, sus compañeros, que, sin nervios ni preocupaciones presentaban el examen definitivo; Daniel debía acabar con la pesadilla que, por semanas, lo estuvo persiguiendo, apoyó el grafito sobre el papel y respondió con firmeza y seguridad eso que alguna vez creyó haber olvidado, se levantó y de modo enérgico le entregó el examen respondido a la cruel profesora que ni una palabra le dijo. Preocupado aún por las escenas que había vivido solo dentro del salón, miró a las distantes esquinas sin encontrar explicación alguna, entonces, nada de aquello había sucedido- se dijo- y caminando de forma serena y un poco cautelosa se dirigió a la salida del salón, tomó la manilla de la puerta y la cerro detrás de él y ahí estaba aferrada a la pared con la boca abierta y sin una mirada, el monstruo incompresible que devora a las almas, la mujer que triste siempre esperaba por una nueva víctima, por una nueva presa, ahí, siempre ahí, respirando fuertemente se quedaría por siempre…
¿Es acaso lo peor que le puede suceder a un ser humano? ; ¿Es en definitiva un sentimiento fugaz que existe en nuestras almas y aflora ante los más crueles desafíos? ; ¿Qué es?
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