Saturday, October 5, 2013

Undernet


“Una vez que entras, formas parte de ella y no importa lo que hagas… nunca vas a poder salir.”

El siguiente texto no encuentra su objetivo en seducirte, atraerte,  ni mucho menos entretenerte. Esto es una firme advertencia, una cortés invitación a que, si nunca has escuchado hablar de la Undernet, dejes de leer en este preciso instante. Existen cosas mucho peores que el infierno pero esas cosas no están allá afuera en las calles, no, están en lo más profundo de la red, ahí donde no existe ley alguna, ahí donde tu vida se transforma en la más terrible de las pesadillas.

Recuerdo haber leído esas líneas hace un par de meses. Eran parte de un diario que encontré en el suelo de un club nocturno. El libro parecía haber sido deliberadamente destruido, curioso es, de hecho, que la tapa del mismo y muchas de sus hojas se encontraban corroídas por algún tipo de químico extraño. Es un golpe de suerte el que haya podido rescatar algo de él, pues, desde ese día me obsesioné con aquello que es oculto, con ese espacio no iluminado de la red, con ese tal infierno de infiernos.

Siempre he pensado que con la llegada de la era digital, muchas personas han menospreciado la labor y el intelecto de los periodistas, lo digo, claro, porque soy uno, y uno bien crítico. La red le da la oportunidad a ciudadanos comunes sin entrenamiento en las formas de la comunicación, de expresar, informar e incluso entretener haciendo uso de contenidos de todo tipo y publicándolos en la misma. He recibido insultos, críticas e incluso he sido tildado de tecnócrata por creer que el periodista nace, no se hace.

Es mi fiel creencia la que me lleva a sentir que hay algo dentro de los periodistas de carrera que los impulsa a seguir paso a paso, investigando y llegando a sitios a los que nadie más puede llegar. Literalmente creo estar al borde de un descubrimiento importante.

Aquella noche, recuerdo, era una tarde lluviosa de septiembre. ¿Qué mejor forma de pasar un viernes por la noche que investigando un misterio sin igual? La Undernet me llama, me canta, me grita, ella necesita que yo la encuentre.  

La sala de mi apartamento es sobria, la cocina, un tanto aburrida, pero, el balcón, el balcón es un espacio único en el universo, las suaves cortinas de seda bailan al compás del viento que misterioso se siente al hacer presencia por los espacios de mi humilde morada; La puerta de madera con seguro doble reforzado de acero me hace sentir seguro, pero eso es una mera ilusión… ¿No es así?

“Nunca debes seguir los caminos del “.Tor” mucho menos los del “.Onion”  - “

“Wasp” es el nombre del hacker que me dijo exactamente todo lo que tengo que hacer, espero conocerlo algún día, él o ella es brillante, de eso no tengo ni una pequeña duda.

Sí, cambié mi proxy.

Sí, seguí los protocolos codificados que me permitieron acceder a un router  ajeno de manera remota.

Sí, destruí todas las piezas de información personal que estaban en los más profundo de mi laptop, y aún así… ellos saben, ellos están cerca.

Estoy adentro, esto es real.

Los sitios que he encontrado son nefastos. Llevo varias semanas sin poder conciliar el sueño. La venta de armas, la prostitución infantil, las estafas… el mundo es mucho más oscuro, mucho peor de lo que jamás imaginé.

Me encuentro, en este momento sentado en mi balcón, son las dos y treinta de la mañana. Hay un hombre en la calle, tiene un zipo en la mano, parece estar encendiendo un cigarrillo, él sabe quién soy, él sabe que yo entré…

Ha pasado una hora, el suelo de madera de mi apartamento suena mucho más que e costumbre. ¿Será que estoy paranoico o que nunca me había detenido a escuchar los leves sonidos de la madera que cruje? Juro que nunca más entraré en ese maldito servidor de venta de órganos, no quise llamar la atención de nadie. No soy un policía, soy un periodista, un periodista.

Ya casi amanece.

Oigo un sonido, proviene de mi computadora. Sí, tengo un mensaje de… Wasp, dice: “Cuidado, van por ti”

No sé qué hacer, lector, lector mío, quien quiera que seas, una vez leas esto sabrás el motivo de mi desaparición, de mi… de mi muerte. Por favor, avísales, diles que pase lo que pase no entren en ella. 

Alguien está en la puerta, la golpean con fuerza. Adiós.

“¿Qué demonios?” – pensó Leonardo al leer la penúltima página de aquel extraño diario.

Las similitudes eran atroces, un periodista exactamente igual de terco que él había escrito estas líneas en su diario y ahora, por alguna extraña razón, Leonardo estaba sentado frente a su computadora leyendo… la duda y el terror se apoderaron de él.

Ya era demasiado tarde, Leonardo, justo como aquel pobre diablo, había modificado ambos su proxy y su dirección IP, ya había navegado la Undernet  y estaba a punto de seguir excavando pero, ¿qué decía la última página del terrible diario?

Volteó la página.  

“El hombre entró con furia en mi apartamento, fue directamente a donde yo estaba, como si hubiese estado antes en el sitio, como si la maldita configuración del internet le diera todos los secretos de mi hábitat y de mi ser. 

Me golpeó con fuerza, traía un objeto de metal consigo, su meta era abrirme vivo y tal vez conseguir algunos órganos que no hayan sido tocados por el mal hábito que tengo de fumar dos cajas de cigarrillos al día.

Fue entonces cuando decidí rogar por mi vida, le dije al gigante que yo podía ayudarlos a conseguir mejor mercancía, les prometí que los llevaría a otro periodista, a otro maldito curioso para que lo descuartizaran y vendieran su humanidad, después de todo, soy parte de esto… Lo siento, lo siento mucho, de verdad.”

Leonardo se levantó de la silla y se alejó poco a poco de la pantalla de su MacBook Pro. Las piernas le temblaban, sus manos estaban frías, su rostro pálido…

Un estruendo recorrió todos los rincones de su apartamento.


La Undernet  lo encontró.  





Dedicado a Gabriela Benazar Acosta y a Juan Pedro Cámara Pérez.


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