Tuesday, January 4, 2011

Unidad 858



Nunca voy a olvidar la mirada que ella tenía en sus ojos cuando la vi morir, nunca voy a olvidar esa última carrera endemoniada que me llevó a perder todo en tan solo un segundo. No es de mis más nobles intenciones compartir esto contigo pero debo hacerlo, estoy mareado y tal vez no pueda guardar los detalles pero debes prestar atención y sobretodo tener cuidado.

Aquella era una tarde tranquila de invierno como cualquier otra, recién me estaba levantando pues la jornada de la noche anterior había sido muy larga y agotadora. Normalmente salía de mi casa en la calle 122 a las cinco y cincuenta para almorzar algo ligero, y nunca presté atención a las almas que tristes merodeaban las calles de esa ciudad que tanto extraño. Caminé directamente hacia el primer Deli que encontré y como de costumbre pedí esos tallarines con pollo tan suculentos, si tan sólo pudiera saborearlos una vez más…

Mi taxi mi estaba esperando estacionado en la casa, ese era mi lugar favorito en el mundo, asientos de tela de color azul oscuro una ventana que separaba a los pasajeros de mí, una cruz que colgaba del espejo retrovisor y una radio que no dejaba de sonar mientras estuviese trabajando, siempre escuchaba el jazz de Armstrong y Bennet, esa era la unidad 858 una máquina sin igual con la que me ganaba la vida en las madrugadas de la ciudad que nunca duerme.

Debo confesarte que me encantaba charlar con mis pasajeros, aprender de ellos, me gustaba pensar que algún día escribiría un libro sobre sus anécdotas y sus vidas, recuerdo, por ejemplo la conversación que tuve con Alfredo Halaal, un comerciante de mediana edad turco quien había llegado a la ciudad para abrir un comercio de muebles, él me habló de las lejanas tierras que lo habían visto nacer y de cómo podía vender todo tipo de muebles y accesorios para los hogares, un tipo fascinante sin duda alguna. Recuerdo también a la señora Hopkins quien era chef y trabajaba en uno de esos restaurantes elegantes de Broadway, algo delicada la mujer, pero agradable, sí, ella me habló de un plato que extrañamente me parecía muy conocido a base de pato y algunas especias orientales. Uno de los personajes que más recuerdo con cariño es al señor Roberto García un doctor muy amable que me hacía muchas preguntas, él, al parecer estaba muy interesado en la vida de los taxistas, no logro entender por qué pero a veces pienso que no debí darle los detalles de mi profesión, nunca lo volví a ver, o por lo menos eso creo.

Avancé con rapidez hacia el garaje de mi casa, yo siempre lo mantenía muy limpio, aunque el color blanco de las paredes era muy intenso y a veces me hacía pensar que estaba en un manicomio o algo por el estilo. Encendí la máquina y dispuesto a adentrarme en la jungla de concreto me persigné como buen católico, entonces arranqué pero no debí haberlo hecho, nunca debí haber salido de ese maldito garaje.

Fui directo a la zona donde más podía conseguir clientes, ya sabes, la calle 42, el centro del espectáculo, eso que llaman “Time Square” ahí conseguí a una de las tantas víctimas de la unidad. Era una mujer rubia delgada que vestía un hermoso vestido rojo muy brillante, parecía actriz, recuerdo. Una vez más me sentí atraído hacia las historias que podía traer con ella así que la saludé con mucho entusiasmo para preguntarle su destino, ella me dijo un tanto apurada que se dirigía a la calle 122, me hizo énfasis en que tenía que estar allá en diez minutos así que aceleré y traté de tomar un atajo pero el tráfico era inclemente y los semáforos parecían no estar coordinados correctamente, podía notar cómo la mujer empezaba a preocuparse, estaba inquieta, no pude resistirme y le pregunté que qué le sucedía, ella sólo me dijo que su vida dependía de los próximos minutos, al oír aquello empecé a desarrollar toda una trama de detectives y mafiosos en mi cabeza, ¿quién era aquella mujer y por qué su vida estaba en juego?, de pronto un sonido agudo rompió el angustioso silencio que se imponía entre nosotros, era un teléfono, la mujer contestó y pronuncio las siguientes palabras: “¡Te dije que no podían utilizar esa casa! ¿Ahora cómo nos vamos a deshacer de ella?” mi corazón empezó a latir más y más rápido, no sabía si era emoción o un miedo profundo lo que en ese momento me llegaba al espinazo, pensé que tal vez la dama que se había montado en mi taxi era una asesina, una demente o que solo estaba jugando conmigo y con mi trabajo; Señor – dijo de manera sobria, necesito que me lleve a la dirección que le pedí y le sugiero que no diga ni una palabra de lo que acaba de escuchar, ¿cuál es su nombre? – a lo que respondí Dean, Dean Rain. ¿Qué sucede aquí señorita? Ella sólo me dijo que necesitaría mi taxi para un trabajo, y me enseñó un arma que había sacado de su bolso, dijo que estaba apuntando al asiento y que si intentaba mover un músculo no dudaría en disparar, tal vez debí quedarme en casa aquel día pero ahora no podía hacer nada.

Poco a poco una llovizna serena se transformó en un cruel aguacero que hacía de aquella la más tétrica de todas las veladas que compartía con mi amada unidad 858, la luz verde de los semáforos anunciaba que pronto mis ojos presenciarían la brutalidad de un crimen y lo peor era que no sabía si podría despertar de aquella terrible pesadilla. Mientras conducía, la mujer empezó a hablarme de cómo la sociedad se encargaba de expulsar a las personas diferentes, de cómo el odio se hacía mayor por aquellos que piensan distinto, yo podía notar el odio en su expresión, sus ojos azules estaban llenos de un fuego infernal, no sabía qué responderle por lo que le seguí la corriente, aunque había algo de esa mujer que me llamaba mucho la atención, no sé si la conocía de algún lugar pero de algún modo me sentí en sintonía con la misteriosa mujer- ya casi estamos en el lugar, dijo. Ella tenía razón estábamos en la calle 120 sólo me faltaban dos para llegar al sitio del crimen, entonces me comentó que este sería su último crimen, me dijo que estaba a punto de irse de viaje a un sitio muy lejano, yo, por supuesto no le creí ni una palabra y seguí manejando nervioso, buscando una alternativa, una forma de escapar y nunca volver.

¡Aquí es! – exclamó, ahora bájese y mantenga la boca cerrada o ya sabe qué le va a suceder- . Justo como ella lo quiso me bajé de la unidad y me aproximé a la puerta de un garaje que extrañamente se me hacía muy familiar, la mujer venía atrás de mí apuntándome y yo no podía ya ni siquiera pensar con claridad; la puerta del sitio de mis peores pesadillas se abrió lentamente y una fuerte luz blanca se abalanzó sobre nosotros- entre- dijo la rubia- y así lo hice.

De pronto sentí como si toda tristeza del mundo hubiese concentrado en ese sitio de terrores, en el piso yacía muerta una mujer de elegantes vestidos blancos, era la señora Hopkins, la famosa Chef de Manhattan, tenía una herida profunda de bala en el pecho y sangre a su alrededor, la rubia empezó a reír desenfrenadamente, yo no entendía lo que estaba sucediendo, entonces la mujer me miró fijamente y me dijo – no reconoces este lugar, ¿Dean? Es tu garaje aquí fue que la mataste, y, mírala ella sólo quería que la llevaras a su casa pero no pudiste resistirte y la mataste. Vi a mi alrededor y no podía creer lo que estaba sucediendo ese era mi garaje y ahora mis manos estaban llenas de sangre, me mareé y casi no podía respirar, la habitación estaba iluminada, los sonidos no estaban y yo, yo no podía creer lo que había hecho, entonces la rubia mi miró a los ojos con una sonrisa leve en su rostro llevó la pistola a su sien y me dijo: - mi nombre es Andreina, nunca me olvides – y haló el gatillo.

¿Eso fue todo? – preguntó el doctor García- Sí, eso fue todo, ¿a dónde quiere que lo lleve señor? A ninguna parte, gracias, y discúlpame por esto, por favor. ¿Por qué debería disculparlo, doctor? , Dean, - dijo Roberto García- asesinaste a 5 mujeres en los últimos 6 meses, sufres de una fuerte psicopatología congénita llamada esquizofrenia, y a través de ella creaste a una mujer llamada Andreína tu alter ego, la produjiste a través de tu nombre, es un anagrama de Dean Rain. No juegue conmigo doctor, y dígame, ¿a dónde quiere que lo lleve hoy? Adiós señor Rain, Doctor, ¿ acaso me va a doler?– dijo el hombre con un tono parco y trémulo – para nada, respondió el doctor alejándose del fúnebre cuarto.

Al paciente número 58, quien sufre de esquizofrenia aguda y doble personalidad se le suministrará la inyección letal por el asesinato en serie de 6 mujeres en la ciudad de Nueva York, que el señor tenga piedad de su alma.

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