Monday, February 14, 2011

Alcibíades Jones

"Sin la sombra ignoraríamos el valor de la luz"

Ya he escrito sobre mis días, sobre los sueños que jamás podré cumplir y sobre esta inmunda celda en la que mi vida se consume poco a poco. Tal vez esto que escribo se borre en el tiempo, tal vez nadie me recuerde y el guardia que cuida el tétrico pasillo se burle de mí cuando, dentro de pocas horas, me tenga que sentar en la silla más temida por los hombres, ya sabes, la silla eléctrica.

Tengo muy poco tiempo, con mucho esfuerzo, durante meses traté de recordar el pasto suave de mi casa de campo, la brisa acariciando mi rostro como si se tratase de una amante y hasta la comida que hacía mi madre, tan gustosa y especial. Para serte sincero no recuerdo por qué me encerraron en este infierno, pero esperar a que te llamen para electrocutarte no es la más agradable de las sensaciones, a veces me siento a pensar en cómo será, ¿dolerá demasiado? , ¿Acaso sentiré como mi cuerpo se incinera mientras mi lúcida conciencia grita desesperada? No lo sé, pero me atemoriza.

Todo lo que he logrado dentro de esta celda de recuerdos y terrores es pedir a Dios que me dé una segunda oportunidad, que me deje ser libre una vez más y que me permita volver a vivir una vida digna llena de inspiración, amor y metas. Fui un vagabundo toda mi vida, lo confieso, no puedo recordar mi crimen fatal, no puedo pensar en el día en el que me encontraron ya sea con sangre o dinero en las manos y podría estar volviéndome loco, sí, pero no lo creo. La luz del día a penas logra entrar por la rendija triste y asquerosa del techo inclemente que oculta mis sentimientos, ¿por qué no puedo recordar?

Estoy solo y perdido en la oscuridad perenne de esta celda, tal vez si hubiese creído en mí, no estaría esperando en ser asesinado por una máquina, tal vez no duela tanto el tener corriente eléctrica en la sangre, tal vez.
Se agota mi tiempo, mis rodillas comienzan a temblar sin control y sin posibilidad de calmarse, quiero llorar, lo sabes, pero no puedo pues no queda nada por lo cual llorar, ahora recuerdo que de niño siempre fui flojo y conformista, de joven nada astuto, un total granuja, ¿qué sucede?.

Puedo escuchar los pasos de los guardias que vienen a buscarme, escucho las llaves de la celda cual campanas de una lúgubre iglesia que llora a un muerto desgraciado, se acercan, ¿qué puedo hacer? No importa lo que suceda seguiré contigo relatando hasta el último aliento de este humilde ladrón o asesino que tan triste destino debe afrontar. Los veo pero ellos no me hablan, tienen sonrisas endemoniadas en sus rostros, como si desfrutasen mi dolor y mi angustia; tengo un último momento para despedirme de este maldito hoyo, pero ya es muy tarde me lleva por los brazos hacia el cuarto, el infierno.

Veo la silla de Minos, pero, ¿seré yo el juzgado? El salón está lleno de gente que conozco, sí, profesores a quienes desprecié, ancianos a quienes humillé en público, mujeres a quienes engañé, ¿por qué están todos aquí? Esto debe ser una broma pesada de alguno de esos chiquillos insolentes, ¿qué piensas tú?

Me están atando a la silla, las correas huelen a sangre pero no están ensangrentadas, el clima es realmente horrible, no se lo deseo a nadie. Se aproxima el guardia de la gorra verde y me mira directamente a los ojos, en su mano derecha tiene una esponja húmeda, para mí, es como un ángel pues el agua sobre mi cabeza hará de esto algo instantáneo, pero decide tirarla al suelo y con una mirada fatal me coloca el casco de metal que conduce ya sabes qué. No quiero llorar, no tengo por qué hacerlo, pero estoy a punto de morir. Las miradas de los desdichados me atacan, me hacen daño, y aunque trato de mover los brazos y las piernas, no puedo, estoy atado a mi destino. El guardia de las torturas se acerca, creo que me va a decir algo…

Hoy, seis de junio de 1936 se ejecutará a Alcibíades Jones en la silla eléctrica, pasaremos electricidad por su cuerpo hasta que muera por su crimen atroz y despiadado, que Dios tenga su alma en reposo, ¿Hay algo que quieras decir antes de ser freído, Jones?

Sólo tengo una pregunta – dijo el acusado tembloroso y entre lágrimas agrias - ¿Cuál ha sido mi crimen? ¿Qué he hecho para morir de esta manera?
De pronto todos en la sala lanzaron la más brutal y diabólica de las carcajadas, ¿tu crimen, preguntas? – dijo el guardia mofándose de Alcibíades - . “Tu crimen fue ser un mediocre durante toda tu vida” y entre risas haló la palanca que incineró mi cuerpo, lentamente.

Y de pronto abrí los ojos...

"Sin la sombra ignoraríamos el valor de la luz"

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