Thursday, December 30, 2010

Memorias de un soñador

Una y otra vez deseo volver a ver aquella hermosa sombra de plata…

La vida de un soñador está llena de acertijos, él, quien siempre sueña, puede verse perdido entre los versos más hermosos de Neruda, aunque lo rodee la más cruel de las circunstancias; él quien siempre piensa y dialoga con su yo interno, puede que esté solo en esta dimensión y en su realidad tangible, él quien siempre está enamorado, puede verse aturdido por las voces de un pasado inclemente, y aún así, él seguirá soñando.

Siglos habían pasado, o por lo menos así lo sentía yo, desde la última vez que pude ver a esa dama de curioso existir, yo, desde el primer momento pensé que era como un tesoro de esos que se encuentran únicamente en los cuentos de piratas, ya sabes, invaluable, brillante y espléndido. Por eso, aunque estaba justo en frente de mí, sentía miedo y alegría, mezcla rara de felicidad y terror pero tenía que tomar una decisión. Ella era el ser más interesante que había podido yo observar jamás, me acerqué con prudencia, cautela y un poco de emoción para poder entender de qué estaba hecha esa esencia dulce y agradable, y cuál sería mi sorpresa al ver que, de ser un tesoro maravilloso, pasó a ser una delicada rosa de color carmesí, elegante y astuta, obviamente dispuesta a sentirse la más bella de todo el rosal, era algo mágico pues, no podía ser un sueño, aquello estaba de verdad sucediendo.

Seguía acercándome cada vez más para lograr entender su naturaleza particular en la vasta selva que llamamos personalidad, de pronto escuché un sonido que provenía desde lo más profundo de su alma, ¿su voz?, preguntas. No, era algo más allá de los sonidos que tú y yo conocemos, era como un secreto susurrado al oído pero al mismo tiempo melodioso cual obertura apasionada de hombres locos y famosos. Tenía que seguir acercándome pero el día que nunca había existido, dejó de ser claro y radiante para ser oscuro y tenebroso, por un momento sentí un miedo espeluznante pues ya no podía sentir la presencia de esa especial sensación de compañía agradable y armonía. Entonces, empezó a llover oro del cielo y crecieron florecientes girasoles de diamantes pero, ¿para qué yo quería oro o diamantes? Lo único que me interesaba era poder verla otra vez.

Solo y angustiado debido a que la refinada lluvia se hacía cada vez más densa, decidí detenerme por un momento y soñar, y perderme entre los mirmidones y los largos caminos que se deben recorrer para llegar a casa, pero ¿no era esto ya un sueño? ¿Quién sabe?, tal vez no.

Sabios y eruditos han escrito por milenios cómo poder volver a lo que era y cómo poder ir hacia lo que será, algunos dicen que es deseándolo con el corazón, otros que simplemente debes sentarte en el mejor sillón que encuentres y esperar a que la magia del destino suceda, yo creo, querido lector, que de haber esperado, nunca la hubiera podido conocer. Me adentré en la oscuridad profunda de mis temores y como una lucecita que aparece al final de nuestras cajas de Pandora estaba ella, entonces creí saber de qué se trataba, ¡esperanza! – grité con emoción – pero ni una palabra pronunció, de nuevo podía sentir la curiosidad que persigue al ser humano en sus búsquedas más apasionadas y de un salto caí justo a su lado.

Podía sentir cómo su corazón latía lentamente y cómo sus ideas corrían de aquí para allá como niños que con emoción esperan a la llegada de un regalo muy deseado, era algo simplemente increíble, cómo todos los esfuerzos conspiraban para que aquel fuese el momento más feliz de eso que no era ni día ni noche. Ella abrió sus ojos con cautela y señaló al cielo, para mí fue difícil retirar la mirada de aquellos ojos tan preciosos y al mismo tiempo tan misteriosos, cuando volteé me di cuenta de que no estábamos solos, había una hermosa doncella de plata justo sobre nuestras cabezas señalando la llegada de un tal eclipse. Entonces entendí que hasta los momentos más sublimes deben tener su tiempo, su vida y su muerte, por supuesto. La doncella plateada me advirtió que aquel destello de felicidad duraría hasta que la sombra de plata que ella con sus elegantes vestidos producía, llegara al final de la oscura sala, ¡vive!- me dijo. Al principio no lo entendí, pero luego de unos instantes a su lado, me di cuenta de que no quería que terminasen los minutos, no quería que existiera ni la vida, ni la muerte, sólo quería quedarme para siempre entre caricias y miradas con ella.

En ese momento dejé pensar, dejé todo lo que temía atrás simplemente para vivir. Cada vez más la sombra de la plata se alejaba más y más de nosotros, cada vez más yo admiraba la singular belleza de la rosa, del tesoro, y entonces, justo como la luna había dicho, sucedió. La sombra de plata llegó al final de la sala y entre sonidos terribles de destrucción y tristeza desperté.

La vida de un soñador está llena de acertijos, él, quien siempre sueña, puede verse perdido entre los versos más hermosos de Neruda, aunque lo rodee la más cruel de las circunstancias; él quien siempre piensa y dialoga con su yo interno, puede que esté solo en esta dimensión y en su realidad tangible, él quien siempre está enamorado, puede verse aturdido por las voces de un pasado inclemente, y aún así, él seguirá soñando. No sé si esto sea un recuerdo pero siempre puedo conseguir revivir momentos de alegría junto a ella en mis sueños, no sé si pueda volver a verla, si pueda volver a sentir su corazón junto al mío o si podré volver a escuchar su delicada voz pero sueño todas las noches con ella y con que ella sueñe conmigo también.

Una y otra vez deseo volver a ver aquella hermosa sombra de plata…

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