Friday, December 20, 2013

El florista



¿Hueles eso? Son crisantemos. Aroma dulce que se mezcla con el liviano perfume de las rosas blancas y de los tulipanes que guardo en el invernadero. Es un aroma verde, un aroma húmedo, pero con un poco de tierra, eso sí.

Este año ha sido una verdadera locura, ¿Quién lo hubiera imaginado? Doce años han pasado desde que terminó la Gran Guerra y aún así vivimos ahogados en el alcohol que es llevado por contrabando de ciudad a ciudad, todo esto es una desgracia.

La estructura circular de metal delgado no es otra cosa más que un soporte para la obra de arte que estoy a punto de realizar. Delicados hilos de rama verde fina siempre esconden el rudo color metálico del alambre; pequeñas florecillas rosadas le dan entrada a este arreglo que será dentro de unos minutos el acompañante perenne de un triste epitafio sin sentido.

Leí en el periódico que hace unos días mataron a la señora Harris a sangre fría en su propia casa, y no estaba sola. Uno de esos contrabandistas estaba con ella. Las autoridades dicen que el responsable de ese terrible crimen fue Al Capone, el más violento y temido de los contrabandistas de este país, maldito italiano.

Es muy importante que los muertos tengan sus flores. Es primordial que sepan la verdad, que aunque ya no nos acompañan hay alguien que se toma la molestia de invertir tiempo y dinero en un bonito arreglo de flores. Es lo mínimo que podemos hacer por ellos, ¿no crees?

Giovanni De Santis es el nombre del pobre difunto para quien preparo la corona esta tarde, debo confesarte que este es uno de los mejores trabajos del mundo entero. Me hace sentir como una especie de guardián, de protector. Alguien humilde que pide permiso a la muerte misma para tener un último gesto de humanidad con aquel que descansa en paz ahora para siempre.  

 No hagas mucho desorden, puedes ir y ver las plantas, incluso podrías tomar algunas si quieres. Debo ir a entregar la corona pero prometo que no tardaré mucho en regresar.

El florista salió de la tienda cargando la pesada corona, la metió en la parte trasera de su modelo T1 de la Ford y arrancó en la dirección que su jefe le ordenó. Las calles de Chicago siempre están infestadas de vehículos y transeúntes ávidos de industrialización, de negocios, de progreso.

El edificio al que tenía que llevar las flores era uno de esos viejos de tres pisos que se ubicaban en Cicero, una parte particularmente violenta de la ciudad.

Michael tomó la corona y empezó a subirla aparatosamente por las escaleras.
Al llegar al tercer piso sacó el pequeño papelito que su jefe le dio.

“Apartamento 3-C”.

Toc, toc, toc – golpeó la puerta con firmeza.

Un hombre de contextura gruesa, alto y de ojos saltones abrió la puerta.
¿Qué carajo es esto? ¿Qué quieres? – preguntó el hombre con un tono desafiante.

¿Es usted Vicente Torrio? -  preguntó Michael

Claro que sí, y tú debes ser un maldito irlandés…

Entonces Michael sacó de su saco una pistola de nueve milímetros y disparó dos balas que perforaron y destrozaron las rodillas de Torrio. El italiano cayó al suelo gimiendo de dolor.

El florista empujó al mastodonte para que quedase boca arriba, metió la corona en el apartamento y cerró la puerta detrás de él.

Los gritos del italiano eran inconsolables, sus rodillas trituradas le impedían moverse de cualquier manera, además en ese estado de ebriedad ningún movimiento coordinado sería posible. Michael tomó un pequeño trapo que estaba sobre un sofá e terciopelo verde y lo introdujo en la boca de Vicente.

Por los crímenes cometidos en estos tiempos de locura has sido sentenciado a muerte. Hace tres noches entraste en la casa de la señora Harris, una de las informantes más importantes del verdadero jefe de Chicago y mataste a un buen amigo mío – Exclamó Michael como si se tratase de una homilía.

Entonces retiró el trapo de la boca de Vicente.

¡Maldita sea! Son las ordenes de Capone, yo sólo hice lo que el jefe me pidió, por favor, por favor, ¡no me mates!

Está bien, si me pides perdón, no te mataré.

Michael sacó un colt plateada y apoyo el cañon contra la frente de Vicente.

¡Perdón, perdón, maldita sea! – Gritó Vicente aferrándose a los últimos momentos de su vida.

Dime, ¿cuál es el nombre que está escrito en la corona?

Gio… Giovanni De Santis. 
  
¡BAM!

Los sesos de Vicente Torrio ahora cubrían la alfombra del viejo apartamento.  

Es muy importante que los muertos tengan sus flores. Es primordial que sepan la verdad, que aunque ya no nos acompañan hay alguien que se toma la molestia de invertir tiempo y dinero en un bonito arreglo de flores. Es lo mínimo que podemos hacer por ellos, ¿no crees?




La venganza de Bugsy Moran apenas estaba comenzando...



Un humilde homenaje a Terence Winter y su "Boardwalk Empire".

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